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La Puritana


 

 

Si la apertura de esta película, con un escorpión y una teta a la vista, ya hace volar, los primeros minutos con la "estremecedora" muerte de un tal Gabriele, un yonqui, ladrón, obligado a un arresto domiciliario en el hospital, asistido por Annabella (Margit Newton) y un médico interpretado por Helmuth Berger, nos lleva al hiperespacio.
Desencajado, desquiciado, poco en parte el trío abre lo que para algunos es el punto álgido de la filmografía erótica de Ninì Grassia. Es una película dramática que de vez en cuando intenta ser seria, pero prefiere mostrarnos que aquí se folla, en un sutil hilo argumental que también abarca la corrupción política unos años antes de Mani Pulite. Pero, sobre todo, es una historia que habría gustado al cine Grindhouse.
Porque al final 'La Puritana' nos habla de Annabella una explosiva Margit Newton, desgraciadamente poco conocida, que asume las confesiones de la cinta del citado Gabriele.
El chico le cuenta cómo individuos turbios del pueblo donde vive han arruinado su vida y la de su madre. Y así la rubia se venga, acostándose con todos ellos. El alcalde, el médico, el farmacéutico, un barón y su hija y el sacerdote, que son asesinados de diversas maneras después del hecho.
Ciertamente, el mejor sigue siendo el barón, jodido hasta la muerte, muere de un ataque al corazón sin ningún tipo de infarto. O, al menos, sin jugar decentemente.
Al final 'La Puritana' carece de ese toque de locura que podría haberla convertido en una gran película de serie B, quedándose en una película mal hecha y por momentos aburrida, pero que al menos cuenta con una gran protagonista.