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Clerks III


 

Por edad, los de Clerks podrían ser mis hermanos mayores. Aunque hay una pequeña diferencia de edad, he vivido toda la saga desde que estalló el "caso Clerks", es decir, desde que aquella loca película de serie B se convirtió en culto.
Esperé y viví con ansiedad el segundo capítulo, del que informo en un viejo artículo, y de la misma manera esperé el tercer capítulo.
Viendo las tres películas, hay que decir absolutamente que Clerks, siempre consigue retratar bien las angustias, los problemas, las ansias de la generación a la que se refiere. También hay que decir otra cosa: Clerks III es una película que apreciarás si tienes más de 40 años y has visto las otras. Porque, esta es una película que utiliza un lenguaje, una narrativa y una dirección, difícilmente apta para la juventud actual, además de ser tan autorreferencial que tienes que idolatrar los dos capítulos anteriores para entenderla.
Kevin Smith, esta vez, cambia un poco el tono y tira de melancolía en su mayor parte. Echa la vista atrás, a los años que fueron, a las cosas pasadas, a las oportunidades perdidas. Sí, exactamente, las cosas de la gente que pasa de los cuarenta y cinco. Le pone muchos toques personales, y en este sentido hay que recordar el grave infarto que le sobrevino en 2018 y tras el que cambió de vida, perdiendo 23 kg.
Un infarto que también afecta a uno de sus personajes, el venenoso Randal, que siempre trabaja con Dante en el Quick-Stop (que, sin embargo, se había incendiado en la segunda película).
Los dos parecen congelados en su propio mundo. Los mismos hábitos, la misma dinámica de pareja y los mismos personajes absurdos que frecuentan el local.
Jay y Bob el Silencioso, que no faltan, han comprado el videoclub para convertirlo en una tienda de venta de THC.
La única diferencia es que Dante ha perdido al amor de su vida Becky (interpretada por una siempre bella Rosario Dawson).
Pero como decía, Randal un día sufre un gravísimo ataque al corazón, se debate entre la muerte y la vida y en ese momento tiene una epifanía. Y decide hacer una película. Sobre su vida. Sobre la vida en el Quick-Stop.
Aquí comienza un largo y divertido pero también conmovedor ejercicio de metacine. El director de esta película es Silent Bob (Kevin Smith) y todo se desarrolla entre citas y escenas de la primera película con momentos interesantes como el casting (que incluye a muchos de los amigos famosos de Smith).
No todo funciona, la verdad. Algunos momentos parecen un poco gratuitos y no siempre te ríes con los chistes. Pero al final Kevin Smith da en el clavo, hablándonos sinceramente de sí mismo y también de nosotros.