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No, gracias, el café me pone nervioso


 

¿Nápoles tiene que cambiar? Según el asesino en serie Funiculì Funiculà, no. La tradición, los estereotipos, nunca deben morir. Y firme en su creencia empieza a amenazar y matar a cualquiera que se atreva a asistir al festival "Nueva Nápoles". Al menos, ése es su plan, aunque al final las dos únicas víctimas son James Senese y Massimo Troisi interpretándose a sí mismos.

"No, gracias, el café me pone nervioso" es un thriller cómico de 1982 protagonizado por un gran Lello Arena, secundado por su amigo Troisi y James Senese, y dirigido por Lodovico Gasparini, que debutó a lo grande en una carrera dedicada más tarde a la dirección de ficción.
Un gran debut, porque se trata de una pequeña película de culto que conserva aún hoy su divertida frescura con grandes momentos cómicos. Un pequeño inciso: en mi gusto personal, la mejor escena es la de Troisi en el hotel amenazado por el asesino en serie.
Decía que estamos ante una auténtica película de culto que corre veloz incluso cuarenta años después, adoleciendo únicamente de cierta ingenuidad que amenaza con destruirlo todo, pero que afortunadamente para nosotros se limita únicamente a las amenazas. 
Por ejemplo, toda la parte del secuestro, aunque tiene un final sabroso, parece metida a la fuerza. También hay que decir que si se presta bien, atención es fácil ver quién se esconde tras la máscara de asesino en serie de Funiculì Funiculà, que como todos sus "colegas" mata con guantes. Pero del fútbol club del Nápoles.

Defectos aparte, es un verdadero placer asistir a las peripecias de Lello Arena, que interpreta a Michele Giuffrida un apático periodista de 'Il Mattino'. Él es el primero en recibir la postal (con el Vesubio) de este misterioso psicópata que empieza a amenazar a todo aquel que asista al primer festival de la "Nueva Nápoles".
Giuffrida, junto a su colega Lisa Sole (Maddalena Crippa), con la que mantiene un romance a medias, comienza a investigar estos sucesos y los asesinatos de Senese y Troisi, con el comisario Barra (Carlo Monni).
Un final que reserva el más clásico de los giros de cualquier thriller que se precie. Aquí, sin embargo, se incluyen la camiseta del Nápoles, el burro y otros estereotipos.