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Winnie the Pooh: Miel y sangre
Hay que decir que la idea es guay. Tomar un clásico de la
infancia y convertirlo en un monstruo. Personalmente, siempre he
sentido por Winnie the Pooh cierta antipatía y cierta
simpatía por Eeyore y Piglet. No sé por qué ni
importa en este caso, pero quizá por eso he seguido con cierto
interés las noticias sobre esta película desde el primer
tráiler. Hasta veerla. ¡Ah!
Después de ver esta película de Rhys Frake-Waterfield,
esperada con impaciencia por todos el mundo debido a su idea
básica, he vuelto a valorar la figura del osito amarillo, que no
merecía tal transposición. Y no me refiero al hecho de
que se haya convertido en villano y sea un psicópata
sanguinario. No, no, me refiero a que aquí hay muy poco que
funcione. Y ese poco es la animación que abre la
película. El resto, en cambio, pasa por un slasher/splatter en
el que Winnie the Pooh y Piglet asesinan y se comen a cualquiera que se
acerque al Bosque de los 100 Acres. Una larga serie de escenas de
terror/splatter que representan los clichés del género
como todos los personajes.
Carece de originalidad, de ideas brillantes y, sobre todo, de una gran
dosis de autoburla sobre el osito y sus amigos. Al final, Winnie the
Pooh y Piglet parecen dos perdedores en estilo "Leatherface" que, en
lugar de piel humana, compran dos máscaras de goma en Amazon y
se las ponen en la cara cuando matan a la gente, y luego se
emborrachan de cerveza o más bien de miel. Dos paletos
americanos, digamos, aunque deberíamos estar en Inglaterra,
¿no?
El grupo de simpáticos animalitos enloquece y se convierte en
monstruos sedientos de sangre cuando Christopher, después de
pasar su infancia con ellos, se marcha a estudiar medicina a alguna
parte y probablemente pase su tiempo en fiestas universitarias donde
conoce a su futura esposa.
Los animales del bosque, regresan a lo salvaje, matan a Eeyore y sobre
todo a cualquiera que se acerque a su casa. Este es el antecedente.
Christopher vuelve de visita, no les gusta y en un minuto matan a su mujer y lo torturan.
Luego llega un grupo de chicas que alquilan una casa junto al bosque de
100 acres. Y aquí se juegan todos los clichés posibles e
imaginables, incluyendo una escena en un jacuzzi y otra en la que una
de estas chicas, intentando escapar, inexplicablemente se queda en
topless.
La matanza de Winnie es implacable y para el final (se diría que
se dieron cuenta de que era demasiado corta y añadieron
más escenas) meten a cuatro paletos luchando inútilmente
contra los monstruos.
No hay nada bueno en esta historia que toma descaradamente de 'La
masacre de la motosierra' y 'Halloween', y la actuación y la
dirección desde luego no mejoran el juicio. Todo lo contrario.
Lo único que se puede hacer es felicitar a Rhys Frake-Waterfield
por hacerse con los derechos de la historia para hacer de ella una
película, y sobre todo esperar que la ya anunciada secuela sea
mejor. No es difícil, ¡vamos!