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perdone los errores
A su excelencia le gustan las mujeres
El Vaticano descrito
como una banda mafiosa que va solidificando enemigos. El futuro
Presidente de la República Italiana es un maníaco sexual
experto en manos muertas. Muy experto.
Probablemente incluso en nuestros días una película
así 'despreciaría' a alguien, pero aquí estamos en
1972 y ábrate cielo. Lucio Fulci golpea pesante con
'All'onorevole piacciono le donne' (Al honorable le gustan las
mujeres), que debería anteponerse a 'Nonostante le apparenze...
e purché la nazione non lo sappia' (A pesar de las
apariencias... y mientras la nación no lo sepa), que luego fue
suprimida por la censura. Y es precisamente la corrosiva sátira
y sus consecuencias lo que hace que esta película pase a la
historia. Porque todo lo demás, hay que decirlo, la historia que
es, a pesar de algunas felices intuiciones del director, no despega. Se
queda en una comedia erotica larga y, por momentos, aburrida.
Sin embargo, Fulci crea a veces momentos surrealistas que tienen la
intensidad y la fuerza de sus mejores momentos de terror, pero al
servicio de la comedia. Por encima de todo, se apoya en un reparto
colocado en el lugar adecuado. Desde Lando Buzzanca, el "homo eroticus"
del cine italiano, hasta una bella y talentosa Laura Antonelli que,
como la igualmente bella y talentosa Agostina Belli, interpreta a una
monja muy interesada en los pecados carnales.
Así que hay algo que salvar, y ese algo es Fulci cuando hace de
Fulci. Pero en conjunto resulta poco convincente, y quizá se vea
aplastado por los hechos de la noticia y el duro golpe asestado a los
rígidos trajes grises de la Primera República, donde los
pecados, las manías, debían permanecer en secreto.
Lando Buzzanca es el senador Giacinto Puppis, de una corriente de
izquierdas de un partido de centro. Claramente de la Democracia
Cristiana. Y por si fuera poco, su aspecto físico, aunque Fulci
hablara de coincidencia, es similar al de Emilio Colombo, al tiempo
primer ministro, implicado en los años 2000 en una red de
narcotráfico y, según la vox populi, también en el
caso Elisa Claps.
Puppis se presenta como candidato a la Presidencia de la
República Italiana. Y lo encontramos durante el recuento de
votos. Está luchando con un tal Torsello, su compañero de
partido, y para un efecto de terror involuntario, con un tal Salvini.
Pero aparte de este último aspecto verdaderamente
terrorífico, Puppis tiene un vicio: extiende sus manos sobre
culos ajenos. Los de las mujeres. Un vicio irreprimible.
Lo filman, lo chantajean y un cura amigo suyo le convence para que vaya
a un convento a "reflexionar espiritualmente". Pero allí dentro
hace todo lo posible por deshacerse de las monjas, a las que les gusta,
salvando sólo a Sor Delicata (Laura Antonelli). Vuelve a la
política, pero se da cuenta de que no está curado, sino
todo lo contrario. Cede a las gracias (extraordinarias) de Sor Delicata
y piensa en retirarse de la vida política. Pero un arzobispo,
más mafioso que sacerdote (Lionel Stender) lo convence para que
continúe. Y hace desaparecer todo rastro de distracciones
pasadas.
"Mi teléfono empezó a funcionar mal. Unos hombrecillos
extraños, con placas SIP, pero sin la I, venían a
'arreglarlo'. Debajo de casa, todos los días, había
siempre un señor en una 500 leyendo tranquilamente el
periódico. Incluso una de mis hijas, que entonces eran muy
pequeñan, se dio cuenta de que el periódico era siempre
del mismo día". Esto es lo que dijo Fulci cuando estalló
el caso. Y no sólo eso: el ejemplar enviado al comité de
censura desapareció, luego reapareció y fue oficialmente
rechazado por otro comité. Colombo se quejó a sus
compañeros de partido, quienes, sin embargo, según
cuentan, se divertieron muchissimo viendo la película en una
proyección privada. Y tras otras vicisitudes, el productor Amati
aceptó los cortes y la película se estrenó en
marzo de 1972. Colombo, sin embargo, ya no era Primer Ministro. La
película tuvo un gran éxito, sobre todo en el extranjero.