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Corpse Mania
Una
historia que se resume en dos líneas. Escenas de impacto
sencillas y muy económicas. No es un gran incipit, lo sé,
pero estamos ante una peli cult. O casi. Porque todo es posible si
detrás están los Shaw Borther y si al frente está
Chih-Hung Kuei, el polifacético director hongkonés que se
aventuró en varios géneros y marcó el cine de
género de su país en los setenta y principios de los
ochenta.
Corpse Mania de 1981 es un slasher con un asesino que lleva guantes y
gafas, un claro homenaje, que hace de la necrofilia su razón de
vida. Una película que en la primera media hora capta toda la
atención del espectador gracias a Chih-Hung Kuei, que dirige con
gran maestría y elegancia, con una bella fotografía
oscura y nocturna y, sobre todo, gracias a escenas fuertes. El emblema
de esta película. Imágenes fuertes pero sencillas, como
se ha dicho, porque vemos cadáveres de mujeres desnudas,
totalmente cubiertos de gusanos sobre los que Chih-Hung Kuei se detiene
con su cámara a menudo y de buena gana. Como guarnición,
una historia perdida entre el morbo y el terror. Nada mal.
Sin embargo, pasada la primera media hora (y el efecto asco), Corpse
Mania se instala en una historia menos impactante, más
detectivesca digamos, con un ritmo lento, muy lento, que hace que la
película aburra por momentos. Se corre el riesgo de estropearlo
todo, pero al final Corpse Mania sigue siendo una obra impactante e
interesante, no la mejor película del esforzado director, pero
que sin duda merece la pena ver.
Estamos en Guangzhou, en el siglo XIX. Los habitantes de una calle oyen
un olor horrible que sale de una casa: a putrefacción. Llaman a
la policía, que descubre que en la casa abandonada está
el cadáver de una mujer cubierto de gusanos. No sólo eso,
la autopsia revela que fue víctima de abusos sexuales tras su
muerte.
Corresponde al inspector Chang (Jung Wang) investigar el caso, lo que
le conduce a turbios círculos de depravación y a
enfrentarse a un asesino despiadado y vengativo.