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L.E.T.H.A.L. Ladies: Return to Savage Beach

¿Conoces a esas personas que entran en tu vida y las catalogas como raras o estúpidas? Seamos sinceros, unos verdaderos gillipollas. Dicen cosas tontas y hacen chistes malos. Pero luego, cuando dejas de frecuentarlas, te das cuenta de que sí, eran gillipollas, pero de alguna manera los extrañas. Al menos un poco.

Eso es exactamente lo que sentí al ver L.E.T.H.A.L. Ladies: Return to Savage Beach, o simplemente Return to the Savage Beach, como lo llaman los fanáticos. Este es el último “Triple B” y también la última película de Andy Sidaris, quien se retiró después de esto y falleció en 2007.

Esta película de 1998 es una especie de secuela de Savage Beach, mezclada con la anterior Day of the Warrior. Casi se puede sentir un aire de despedida en ella. Tal vez Sidaris sabía que su era de películas B estaba llegando a su fin y que el género se dirigía hacia una dirección aún más barata. O tal vez solo soy yo imaginando cosas. No lo sé. Pero lo que está claro es que el director literalmente regresa a Savage Beach, filmando nuevamente en Hawái, trayendo de vuelta algunas caras conocidas e incluso reutilizando escenas de la película de 1989.

El inicio de esta película ya es algo memorable. Después de una canción que intenta capturar el ambiente de James Bond, Julie Strain sale del agua (vestida), sube a su coche deportivo y conduce hasta una casita que resulta ser la sede de una estación de radio local dirigida por una sexóloga (interpretada por Ava Cadell, una terapeuta muy conocida en los EE. UU.). Pero en realidad, esta es la central de control de la famosa Agencia Lethal. Desde allí, en bikini, observan el lanzamiento de un satélite espía que por supuesto, se utiliza para espiar a los malos.

Mientras tanto, una nueva recluta súper rubia, Cate Wescott (Playmate de 1993), vestida con un ajustado vestido rojo de látex, se hace pasar por una repartidora de pizzas, se infiltra en Lethal, droga a todos y roba un valioso disquete, que es la primera parte de un mapa del tesoro de Savage Beach.

A partir de aquí, la lucha contra los malos se desata, como siempre. Hay coches de juguete explosivos, balas por doquier, y de vez en cuando, alguien se desnuda o tiene sexo sin razón aparente.

Al final, es el típico y siempre presente esquema de Sidaris, con un toque retro para despedirnos de las chicas voluptuosas, las balas y las explosiones que definieron sus películas. Y la joya final: un improbable golpe al estilo de Scooby-Doo.