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El horrible secreto del doctor Hitchcock
Estamos
en 1962, y de ciertas cosas no se podía hablar. Bueno, hay que
decir que esas cosas todavía hoy, con razón, se
consideran un poco demasiado. En cualquier caso, el horrible secreto
del Dr. Hichcock sigue siendo tal al ver la película, porque la
censura no se andaba con rodeos en aquella época. Pero
afortunadamente hay fuentes y entrevistas que nos explican todo mejor.
Según varios informes, la película debía comenzar
con el Dr. Hichcock noqueando a un sepulturero, destapando un
ataúd y teniendo sexo con el cadáver. Necrofilia. Ese es
el horrible secreto. Escena cortada. Era 1962, ¿verdad?
Aun así, El horrible secreto del Dr. Hichcock de Riccardo Freda,
quien firma como Robert Hampton para tener más atractivo ante el
público, es un buen ejemplo de horror gótico, de hecho,
uno de los mejores del panorama italiano. No sé si ya lo he
dicho, pero estamos en 1962, y sí, viéndolo hoy, con los
ojos y los gustos de hoy, resulta ciertamente un poco aburrido y un
poco polvoriento. Y eso es normal (aunque incluso una crítica de
la época lo definió como aburrido). Es normal que la
historia se desarrolle lenta y pesadamente entre las pesadas cortinas y
telas de la villa en la que está ambientada, en un Londres que
en realidad es Villa Perrucchetti en Roma, pero que parece sacado de un
cuento de Poe. Y con un título que homenajea y cita al buen
Alfred, aunque sin una "T", a quien esta obra le debe algo. Y lo
menciona.
Freda, con un guion de Enrico Gastaldi, dirige como siempre con gran
habilidad. La fotografía de Raffaele Masciocchi, con sus colores
saturados y un entorno suspendido entre la realidad y la
fantasía, completa el resto, haciendo que todo sea
estéticamente magnético.
El horror de Freda no es con monstruos, como sabemos, por mucho que el
título pueda hacer pensar y por mucho que se hable de muertos.
Pero es mejor así. Aterroriza con la tensión, la locura,
la perdición de los protagonistas golpeados por un crescendo de
angustia y delirio. Y alcanza su objetivo también gracias a la
gran interpretación de los dos protagonistas. Barbara Steele,
quien ya había alcanzado la fama con La máscara del
demonio de Bava y con El péndulo de la muerte de Corman, es,
como se dice, una scream queen perfecta, cuyas expresiones y mirada
magnética transmiten perfectamente todos los sufrimientos de su
personaje. A su lado, Robert Flemyng, un actor británico con
gran experiencia teatral, cuya puesta en escena hace que el personaje
titular sea muy interesante. El necrófilo. El Dr. Hichcock.
Él es un doctor respetado. Un lumbrera que ha inventado un
anestésico que le permite realizar operaciones
quirúrgicas bastante complejas. Un suero que también
utiliza para actividades recreativas, es decir, con su esposa
(interpretada por Maria Teresa Vianello), a quien le provoca una
aparente muerte para luego hacer el amor. Pero un día, por pura
casualidad, una dosis incorrecta del anestésico la mata. El
doctor enloquece de dolor y deja Londres.
Doce años después, regresa. Y con él está
su nueva esposa (Barbara Steele). Sin embargo, la vida en la villa no
es fácil; la mujer siente de inmediato cierta hostilidad hacia
ella. Una hostilidad del lugar, de los objetos y de la ama de llaves
(Harriet Medin). Reasegurada por su esposo, descubre luego una verdad
desconcertante. Que no es solo el horrible secreto del título.