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La strana voglia


No soy biógrafo, así que no puedo afirmarlo con certeza, pero creo que Maurice Ravel no habría apreciado que su composición más famosa fuera plagiada y, sobre todo, utilizada en unas pocas escenas eróticas mediocres de una película erótica igualmente mediocre de 1991 dirigida por Pasquale Fanetti.
Aunque quién sabe, quizá Ravel escribió el Bolero precisamente con ese propósito. Pero lo dudo. Igual que dudo mucho que esta película esté inspirada en un libro que siempre genera confusión y que ni siquiera menciono para no perderme en ese caos de citas y nombres. De todas formas, no importa. Pasemos a otra cosa.

Fanetti, con toda probabilidad—de esto estoy seguro—buscaba un erotismo elegante y refinado, utilizando la danza clásica (y plagiando el Bolero de Ravel, como ya he dicho). Pero no vemos ni elegancia ni danza, salvo un par de pasos inseguros de las dos protagonistas.
La Strana Voglia tiene una trama sin fuerza, que toma atajos importantes y absurdos para llegar a un final involuntariamente cómico. Mujeres que, quién sabe por qué, hacen pesas en topless en el gimnasio, escenas eróticas increíblemente banales al servicio de una historia que nos cuenta sobre Jeff (Giancarlo Teodori) y su relación erótica con Celeste (Ángeles López Barea) y Violet interpretada por Malù, quien también trabajó con Fanetti en Malù e l'amante.

Jeff dirige un teatro—o mejor dicho, es un escenógrafo—bastante autoritario y egocéntrico que insulta a sus bailarinas, una de las cuales, Celeste, es su amante. Tal vez también con otras, pero como dije al principio: no estoy seguro.

Una noche, conoce en la calle a una vagabunda (que no es realmente vagabunda, pero así la describen), Violet (Malù), quien, por alguna razón, se convierte en su nuevo proyecto/objeto de deseo.
Jeff, que evidentemente vive en el teatro, dado los rápidos cambios de escena entre el escenario y el salón, le enseña todo a Violet. Incluso la lleva a su casa en la montaña, sin saber por qué, donde además de mostrarle los secretos del teatro, le muestra muchas más cosas. Ella baila desnuda con gracia (un baile digno de los espectáculos eróticos de Diva Futura).
Violet luego se enamora de Celeste, dando rienda suelta al “extraño deseo” (adivinen cuál es) del título. Algo que parece destruir las certezas de Jeff.

Fanetti hace todo lo posible por mostrarnos la mayor cantidad de desnudos, tratando de que olvidemos la trama y las dinámicas, con la cámara enfocándose sin pudor en los cuerpos de las dos protagonistas. Malù, aunque no en su mejor forma, sigue siendo atractiva, al igual que Ángeles López Barea, pero los desnudos integrales no son suficientes para salvar una película erótica aburrida y mal hecha. Que Ravel descanse en paz.